Monaguilo o acólito
El monaguillo o acólito
El acólito, ya sea chico o chica, es destinado al servicio del altar y ayuda del sacerdote y del diácono”, dice la Introducción General del Misal (nº 65). La palabra ‘clave’ en esta frase es la palabra “servicio”. El acólito está llamado a servir, muy en especial en la celebración eucarística. La palabra “servir” es un término bíblico de mucho contenido e inspira respeto. Aquí no se trata de un servicio humillante, sino un privilegio noble de poder servir. Se trata aquí de “servicio religioso”. Cristo y el prójimo sirven. También la comunidad creyente y el mundo sirven: todos los cristianos están llamados a servir. El acólito tiene el privilegio de expresar y vivir esta vocación en el servicio de la liturgia. De este modo cumplen los monaguillos con el deseo y el mandamiento del Señor cuando dice: «Dejad que los niños se acerquen a mí». El tiempo y el oficio de monaguillo o acólito sirven para familiarizarse con las cosas de Dios, como la palabra, las celebraciones, el templo, los objetos de culto, la comunidad cristiana, las fiestas religiosas…
El servicio en el altar
Pero de esta nobleza de su función, fluye también el deber de cumplir esta tarea de servicio de una manera constante, digna, alegre y devota. Y eso sólo es posible si conoce bien su tarea. Al mismo tiempo, el acólito es el testigo de Jesucristo. Da testimonio de su fe en Jesús, no sólo dentro de la Iglesia sino en toda su vida: en la familia, en la escuela, en las actividades deportivas, etc. En todas partes se siente orgulloso de ser cristiano e irradia amor hacia el Señor y hacia los demás, a través de todo su comportamiento. Sacará fuerzas del contacto frecuente con los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, para dar testimonio de Jesús y vivir como Él lo desea. A través de la oración diaria, será capaz de mantenerse fiel al Señor.
MONAGUILLOS: Pablo e Iker (Yaiza) – Hugo (Las Breñas)
1) Considerar UN GRAN HONOR el hecho de ser acólito. Al tratarse de un servicio ante el altar, es una actividad SAGRADA. Esforzarse por honrar este cargo y ser fiel a esta gracia.
2) Estás ante el Rey del cielo. HACER BIEN CADA MOVIMIENTO y con EXACTITUD. Por ejemplo: preparar el altar, al ayudar la Misa, las entradas y salidas de las ceremonias, etc. Dar lo mejor de sí, como harían los mejores soldados.
3) PIEDAD. Gran amor a Jesús en la Eucaristía. Hacer una visita al Santísimo cada vez que se vaya a la Iglesia. Acción de Gracias después de la Comunión. Pedir el don de la piedad al Espíritu Santo. Fomentar la devoción a María, Reina y Señora.
4) ESTADO DE GRACIA Permanecer siempre en la amistad de Dios. Si se cae en pecado confesarse cuanto antes. Cumplir con alegría, sencillez y espíritu de perfección las obligaciones ordinarias de la vida. Huir de las ocasiones de pecado (malas compañías, malos ambientes, etc.) y fomentar la ascética y la mística cristianas.
5) El servicio del acolitado se aprende. CONOCERSE Y CORREGIRSE UNO MISMO. Tenemos defectos y debilidades. Aceptar las correcciones del sacerdote con humildad. Pedir la Gracia de Dios.
6) SERIEDAD Y RESPONSABILIDAD en el cumplimiento del deber. Tomar con seriedad las órdenes, los avisos, las ceremonias, los deberes propios del acólito. La Santa Misa es el misterio central de la fe: que tus gestos hablen por tí.
7) NO MIRAR hacia los fieles o para cualquier parte durante las ceremonias. Tener el corazón, la mente, el cuerpo, orientado hacia las funciones que haya que hacer.
8) PERMANECER ERGUIDO en posición recta: ARRODILLADO: erguido, las manos juntas sin cruzar ni mover los pies. DE PIE: los pies derechos, las manos juntas. SENTADO: el cuerpo erguido, las rodillas juntas, las manos sobre las piernas. CAMINANDO: despacio. Los ojos bajos, con recogimiento. No caminar hacia atrás.
9) REALIZAR CADA ACCIÓN SOLAMENTE DESPUÉS DE HABER TERMINADO LA ANTERIOR. Sentarse, arrodillarse y ponerse de pie (no apoyarse cuando se está de pie).
10) ATENCIÓN en las ceremonias. Hacer las cosas bien y DESPACIO, pero con prontitud y desenvoltura. ENSAYAR antes para aprender bien.
11) SIMETRÍA Y SINCRONIZACIÓN en las ceremonias. Realizar las acciones junto a otros al mismo tiempo; por ejemplo, las inclinaciones y las respuestas de la Misa. Guardar siempre la misma distancia con relación al otro acólito, si lo hubiera.
12) SILENCIO: en la Iglesia, en la sacristía. No hablar en la Iglesia, no reírse, no hacerse gestos. Recogimiento interior.
13) PRONUNCIAR bien las palabras, ya sean en tu lengua vernácula o en latín, si fuera el caso.
14) FORMACIÓN: fomenta la lectura sobre la liturgia; aprende de buenos autores. Cuanto más profundices en la liturgia, más y mejor comprenderás y disfrutarás los misterios de la fe. La formación ayuda a “ver con ojos nuevos” la fe que la Iglesia expresa con gestos y palabras.
15) BUEN EJEMPLO: en el catecismo, en la escuela, en la calle, en la Iglesia. Observar un comportamiento ejemplar (que motive a ser imitado). Hacer las cosas con dedicación, piedad y celo. El ministerio del acolitado puede ser fomentado y gracias a tu conducta, quizás haya quien se ofrezca a ayudar en el altar. Recuerda que el acolitado es “semillero” de VOCACIONES CRISTIANAS.