San Isidro Labrador
Un santo cercano por su sencillez, por su vida de esposo y padre, y por su oficio de labrador. De familia pobre y virtuosa, Isidro fue educado por sus padres en la práctica de las virtudes cristianas, ya que no pudieron enviarle a la escuela. Muy importante hoy para las familias. Lo que no se mama no se vive. Pronto quedó huérfano y, desde muy joven, tuvo que dedicarse como jornalero, a las labores del campo, cultivando las tierras del hacendado Juan de Vargas. La Iglesia lo ha puesto como ejemplo -para todos los cristianos- de una vida vivida en el seguimiento de Jesús y de su Evangelio.
San Isidro es una persona que nos sirve de referencia por su estilo y su manera de vivir. Se hizo santo en esta misma tierra que pisamos. Cuando hablamos o pensamos en los santos, casi inmediatamente nos imaginamos unas personas especiales, como si tuviesen una composición diferente a la que tenemos nosotros.
En la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica leemos: Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación (1 Ts 4, 3). Todos estamos llamados a ser santos. El Concilio Vaticano II nos recuerda esta llamada a la santidad: Todos los fieles, cualesquiera que sea el estado o régimen de vida, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado. Es una llamada universal a la santidad. Nadie está llamado a la mediocridad, no existe un cristianismo de segunda clase, porque la meta es idéntica para todos los hombres y mujeres. San Isidro alcanzó la santidad.
Igualmente ha habido santos de todas las edades. En el año 2000, el del Gran Jubileo, el papa beato Juan Pablo II beatificó a dos niños, Jacinta y Francisco, videntes de la Virgen en Fátima y antes de ayer el Papa Francisco les canonizó. Meses después, durante el mismo Año Santo, declaró beato a Juan XXIII, que murió anciano con más de ochenta años. Santa Teresa del Niño murió en la flor de la vida con veinte y pocos años. San Francisco de Asís cuando tenía cuarenta y dos años fue llamado por Dios. Y también hay que decir que de todas las clases sociales hay santos. Reyes como san Fernando III, rey de Castilla; de familia humilde y numerosa como santa Catalina de Siena; del mundo de la política y de las leyes está santo Tomás Moro; san Roque perteneció a una familia rica. Y podríamos continuar…, pero no es cuestión de hacer ahora una lista interminable de santos.
¿Dificultades?… Isidro sufrió la incomprensión y envidia de muchos de sus compañeros, que incluso llegaron a calumniarle ante los señores. Pero su irreprochable honradez salió siempre a flote. Dificultades, Sí, las hay, pero a pesar de nuestras limitaciones, de las miserias propias, podemos alcanzar la meta de la santidad porque no nos faltará nunca la ayuda de la gracia. Hay que estar convencidos de esto. En nuestra época, con todas sus luces y sombras que queramos, Dios nos pide que seamos más coherentes con la fe recibida en el bautismo. Para nosotros, esta época que vivimos -el comienzo de un siglo y de un milenio- son momentos buenos, aunque el mundo esté como esté -la sociedad casi paganizada-, porque Dios cuenta con nosotros, los cristianos, para llevar la luz de Cristo, la verdad del Evangelio, a todos los lugares, con el testimonio de una vida auténticamente cristiana. La santidad exige esfuerzo por nuestra parte. Exige más enamoramiento de Dios, más servir a nuestro prójimo, más luchar contra el egoísmo, más vencer la pereza. La santidad está reñida con el conformismo. Hay personas que se conforman con no hacer nada malo. Pero esto no basta. Para ser santo hay que hacer mucho bien.
En una ocasión, un hombre preguntó a su párroco qué debía hacer para vivir bien, como un buen cristiano. Recibió como respuesta estas sencillas palabras: Cuando hoy vuelva a su casa y se siente a la mesa para cenar, pregúntese: ¿cómo se comportaría Cristo si estuviese en mi lugar? Pues bien, que cada uno se pregunte con frecuencia: En este momento, ¿cómo actuaría Cristo si estuviese en mi lugar?
¿Cuál fue el camino de santidad de S. Isidro? Su camino de santidad es también el nuestro: Misa, trabajo, casa y prójimo.
Oración:
Como dijo el papa Gregorio XV en
la bula de canonización:
Nunca salió al trabajo sin antes oír,
muy de madrugada, la santa Misa
y encomendarse a Dios y a su Santísima Madre.
Gustaba recorrer diariamente diversas capillas para hacer oración.
Trabajo y casa: San Isidro nos ha dejado el ejemplo de una vida santa en medio de los quehaceres diarios. Dejemos ya la idea equivocada que los santos fueron seres distintos al resto de los mortales. Los santos de hoy día son personas que trabajan en el campo, o en las fábricas u oficinas, en los hospitales o en los despachos, o en el propio hogar. No olvidemos nunca que la persona más santa que ha habido -la Virgen María- fue ama de casa. Se desplazan por carretera, ya sea en autobús o en coche propio, o en tren o metro, y también los hay que habitualmente utilizan el avión. No son fantasmas que pueden atravesar la calle cuando el semáforo está en rojo para los peatones sin peligro de ser atropellados. También a ellos les interesan las realidades de este mundo, por ejemplo, se interesan por el precio de los alimentos, les fastidia la subida del precio de la gasolina. Y acuden al sacramento de la penitencia arrepentidos para confesar sus pecados, sus malos humores, sus enfados, sus orgullos, sus perezas, sus tentaciones fuertes, porque son de carne y hueso.
Los santos -las santas- no llevan etiquetas. Son personas que procuran poner amor de Dios en todo lo que realizan; que rezan y frecuentan los sacramentos. Y cada uno de los aquí presentes deber ser una de esas personas que aspiran a la santidad.
En la iconografía de san Isidro se suele representar al Santo rezando mientras dos ángeles están con los bueyes arando, y esta representación puede inducir a engaño. San Isidro no dejó de cumplir sus deberes laborales para dedicarse a los rezos. Pero tampoco abandonó sus oraciones y sus prácticas de piedad por el trabajo. A la mayoría de los cristianos Dios les pide que se santifique en su trabajo ordinario y en su familia. Y de éstos tenemos los ejemplos maravillosos de san José, el esposo de la Virgen María, y el santo que celebramos hoy, san Isidro labrador.
Lo nuestro es trabajar y rezar, sin dejar la oración por el trabajo y viceversa. Es más, debemos hacer del trabajo oración. Y el trabajo será oración: si es un trabajo honrado; si lo hemos ofrecido a Dios; si está bien hecho -Dios no quiere que le ofrezcamos chapuzas, cosas mal hechas-; si lo hacemos en presencia de Dios -el trabajo no impide el trato con Dios-; si hay rectitud de intención; si ponemos un motivo sobrenatural a nuestra labor profesional; si al desarrollarlo cumplimos con todas las obligaciones profesionales y sociales.
El prójimo: la tradición popular conservó la memoria de sus espíritu, también de caridad y generosidad con los más necesitados, tanto que recuerda que lo que ganaba como jornalero lo distribuía en tres partes: una para la Iglesia, otra para los pobres y otra para el sustento de su familia, llegando su generosidad a compartir lo que le correspondía a él, en su familia.
Todo esto es fruto de lo que nos decía el Evangelio: Permanecer unidos a Jesús, Él es la vid y nosotros los sarmientos. Unidos a Él podemos llegar a dar testimonio de que estamos junto a Dios y a los hermanos.
Pidamos a san Isidro labrador, cuya fiesta estamos celebrando, su ayuda para que al igual que él sepamos encontrar la intimidad con Dios en medio de nuestras tareas cotidianas.
Por el coronavirus no podemos celebrar l Santo en la Iglesia ni en la Calle, pero lo llevamos en el corazón y le pedimos que con su constancia y confianza en Jesucristo interceda por todos los enfermos, difuntos y personal sanitario y por todos los agentes sociales que están sacrificándose para que esto se pase cuanto antes. San Isidro Labrador, Ruega por nosotros.